Comandas sin
sensatez, imponiendo tus diálogos muletosos, los mismos que te mantienen fuera
de todo. En cada que eres no estás y te alejas para solapar tú falsedad, tú
bienestar, tú realidad. Ya conozco tu egosismo
derrumbador de paz. Cohabitar con tu presencia me resulta insoportable y cuando
supongo tú final, me someto a tu voluntad volviéndote llevable. Eres el jefe de
la blasfemia, de la infidelidad, de la reacción, eres el jefe de quien se deja.
Y hoy ya no me dejo, ni tampoco te dejo, tan solo te suelto.
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